Carta del Arzobispo
En el cincuentenario de ANFE de Sevilla
Queridos hermanos y hermanas:
En la noche del sábado 13 de junio pasado tuvimos en la parroquia del
Sagrario de nuestra Catedral la acostumbrada Vigilia Diocesana de las Espigas y
con ella la celebración del cincuentenario de la sección de la Adoración
Nocturna Femenina Española, erigida en febrero de 1965 por el Cardenal Bueno
Monreal gracias a la iniciativa de un puñado de mujeres sevillanas, piadosas y
entusiastas, muy conscientes de la grandeza del misterio eucarístico.
Dios nuestro Señor, en su sabiduría infinita que todo lo abarca,
conoce al detalle lo que nosotros sólo intuimos, el bien inmenso que la
Adoración Nocturna Femenina ha hecho a tantas mujeres, a tantas familias, a
tantas parroquias de Sevilla como escuela de vida cristiana, de formación y de
compromiso apostólico, y cuántas alabanzas y actos de adoración y de amor a
Jesucristo presente en la Eucaristía han surgido de los labios de estas
beneméritas mujeres, que robando horas al descanso y desafiando al frío o al
calor, se han postrado ante el Santísimo para adorarle, alabarle y agradecerle
su presencia en el Sacramento, teniendo presentes las necesidades de sus
hermanos. Por todo ello, dimos gracias a Dios en la celebración eucarística.
Aquella misma noche, instantes antes de marchar a la Catedral para la
vigilia, alguien me cuestionó la vigencia de la Adoración Nocturna porque lo que la Iglesia necesita
en esos tiempos es el compromiso social y la cercanía a los pobres. Contesté
que la Iglesia necesita ambas cosas, adoración y compromiso. La Eucaristía es
presencia real de Cristo. Por ello sigue teniendo vigencia la adoración
silenciosa y llena de amor del Santísimo Sacramento. Sigue teniendo vigencia también la
piedad eucarística, la genuflexión, la visita al Santísimo, la exposición y la
bendición solemne, la procesión del Corpus, las
procesiones claustrales hermosísimas de nuestras Hermandades Sacramentales, los
Jueves Eucarísticos, las 40 Horas y, por supuesto, la Adoración Nocturna.
En mi homilía quise subrayar lo que la Iglesia espera de los
adoradores de ANFE y de ANE. Les deseé que en sus vigilias se encuentren de
forma personal y cálida con Jesucristo, superando el riesgo de la piedad
exterior, que se queda en la periferia, en unos ritos formalistas y faltos de
calor. Les dije que la adoración del Señor presente en la Eucaristía debe favorecer
la conversión permanente a Jesucristo. Pedí también a los adoradores que las
vigilias no sean un hecho aislado y desconectado de la vida de cada día, y que
el encuentro con
Jesús, luz verdadera, en la adoración nocturna, ilumine toda su
existencia, el trabajo y la profesión, las relaciones económicas, la vida de
familia, las diversiones y el descanso desde la novedad del mensaje cristiano.
Les aseguré además que pedía al Señor que el contacto con Él en los
turnos de vela aliente su deseo de conocerle mejor y de profundizar en las
verdades de nuestra fe. Les pedí que intensifiquen su formación, algo que
ayudará a crecer en amor al Señor, pues sigue siendo cierto que sólo se ama de
verdad aquello que bien se conoce.
Les hablé además del anuncio de Jesucristo a nuestro mundo, pues el
encuentro con el Señor en la Eucaristía debe después desplegarse en el
compromiso apostólico y misionero. Les invité a compartir y comunicar a los demás el tesoro que ellos han
descubierto en sus horas de adoración, de modo que lo que el Señor es para
ellos, lo sea también a través de ellos, de su palabra, de su ejemplo y de su
testimonio. Les
urgí a mostrar a Jesucristo, tanto a los que no lo conocen, como a aquellos que
habiéndole conocido no le aman. Les urgí también a invitar a los jóvenes a
participar en las vigilias, para que se rejuvenezcan las secciones y para que
sean después evangelizadores de los otros jóvenes.
Les pedí, por fin, que en sus vigilias tengan presentes no sólo las
propias necesidades, sino también, y de modo muy especial, las urgencias y
necesidades de la Iglesia universal y de nuestra Archidiócesis, las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada, un tema capital para el futuro de nuestra
Iglesia. Les rogué que no se olviden de los dolores de toda la humanidad,
particularmente de los pobres y los empobrecidos. En la Eucaristía contemplamos
el misterio del cuerpo entregado y de la sangre derramada para la vida del
mundo. Ella nos debe impulsar a ser pan partido para la vida del mundo, a
servir a los pobres ante los que no podemos permanecer indiferentes.
Que la Santísima Virgen, en cuyo seno se encarnó hace 2000 años "la preciosa sangre y el precioso
cuerpo" del
Señor que adoramos en la Eucaristía, interceda por todos los miembros de ANFE y
ANE de la Archidiócesis, y haga de sus vidas una existencia eucarística,
centrada en la adoración, la gratitud y la alabanza al Señor presente en este
sacramento admirable.
Para
todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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